sábado, 9 de julio de 2011

Aquí estoy, entre lagrimas que nuevamente caen. Es como si no quisiera creer que se fue, así de la nada. Recordar aquel pánico hace que mis extremidades vuelvan a temblar. No es fácil perder a un ser querido, aunque sea una mascota.

Han pasado 24 hrs. desde que se fue, a un lugar mejor, tal ves, al paraíso de los cerdos de Guinea, quien sabe. "Al menos vivió feliz, siendo un gordo peludo" es el cliché de todo el mundo, y ha sonado tantas veces que ya me molesta. Si lo hice feliz, nunca lo sabré, pero si fue un gran actor, lo aparentó de manera formidable.

No quiero creer que Anthony Richard Oliver ya no me haga "cui" por las mañanas al despertar.

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