Cuando la luna se enamoro del sol, todo era dorado en el cielo. Todo era dorado cuando el día conoció a la noche. Cuando el sol encontró a la luna, ella estaba tomando té en el jardín, bajo los grandes árboles verdes que eran perfectos quitasoles, todo a mitad del verano. Cuando la luna encontró al sol siempre miró con recelo, pensaba que no sería capaz de mirarle a los ojos y hacer todo eso que pensaba hacer. Todo era dorado, de brillantes colores, cuando se enamoró del sol.
Cuando el sol vio a la luna tomando té bajo aquellos grandes y verdes árboles que parecían quitasoles, el cielo comenzó a brillar como nunca. Cielo azul, ninguna nube en el horizonte. Parecía que no existiera nadie más, que ellos dos. El tiempo se detuvo. Que importaba lo que dijera la gente.
Tiernamente acercó su cálido cuerpo. “Me pregunto si sería correcto que me sentara a vuestro lado para intercambiar palabras con usted” dijo gentil. La Luna simplemente dibujó una sonrisa en su cara. “A cambio de eso, podría darme otra de esas hermosas sonrisas”. Coqueta ella movió su taza y miró fijamente a su nuevo acompañante. Firmemente lo miró y dijo “¿Por qué ha pedido usted que yo le deje tomar asiento a mi lado, cuando aquella banca que esta bajo el sol esta vacía?”. El Sol no supo que decir, debía pensar algo rápidamente. “Por qué tanta pregunta, querida dama?” dijo rápidamente, para no quedar mal frente a ella, “¿Acaso desconfía de mi?”. Soberbiamente tomó asiento, dejando ambas tazas juntas. Descaradamente le tomó una mano, la miró fijamente. No intentó nada más, solo quería contemplar aquel rostro que le parecía tan hermoso. Nunca antes había visto uno igual.
No reaccionó, y pasmada se quedó mirando esos profundos ojos que tan llamativos le eran. Con alevosía y premeditación acercó su cara; podía respirar el aire que él dejaba escapar, y al mismo tiempo sentir lo agitada que esta estaba. Le gustó. Y quiso un poco más.
El sol solo se acercó más, cada vez más. Tanto se acercó que nadie pudo separarlos por algunos minutos. Algunas semanas, algunos meses, algunos años. No les importa lo que la gente dirá. Solo están ahí, juntos, sintiendo su respirar. Se persiguen todo el tiempo; es solo uno de sus locos juegos. Son felices. Qué más puede importar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario